La danza: un poder que transforma
Por: Sebastián Álvarez Cossio
Todo comenzó cuando en la Iglesia Centro Misionero Bethesda de Medellín, abrieron audiciones para realizar la primera danza que se llevaría a cabo allí en el año 2011. Me preparé como nunca para ese día, pues era el comienzo de mi sueño, el que había anhelado siempre, con el que me sentiría por fin completa y que me permitiría cumplir con mi objetivo en el mundo, danzar. El esperado día llegó y audicioné con la canción Sube, sube, sube del cantante cristiano Ebenezer, estaba súper confiada en mis capacidades, pero por razones que no comprendía en ese momento me bloqueé completamente, me asusté tanto que temblaba al punto de romper en llanto, no fui capaz de danzar, perdí la oportunidad de mi vida y me frustré aún más, porque yo sabía que podía hacerlo.
Ese día decidí renunciar a la danza definitivamente, tenía talento, pero no valentía, ni autoestima y mucho menos seguridad. Mis papas y varios de mis maestros me dijeron que no me diera por vencida, que lo siguiera intentando que este era solo el principio, un principio de dolores no solo emocionales, porque la danza me sacó a flote todas las heridas de mi niñez, mis frustraciones, mis miedos, mis luchas internas, tener que pelear conmigo misma, enfrentarme a esa coraza con la que me había cubierto para mantenerme firme ocultando mis debilidades, mis incapacidades, eso que llaman orgullo, no me dejaba seguir adelante. Pero también dolores físicos varios esguinces en mis tobillos, inflexibilidad en mis articulaciones que no me permitían lograr con la perfección que lo exige la danza acoplarme a ciertas rutinas. Todos eran gigantes por vencer y aunque me veía pequeña, así como David frente a Goliat, Dios fue moldeándome hasta tener un corazón conforme al suyo, ese mismo corazón valiente que David tenía.
Me propuse superarme después de la insistencia de mis padres, ellos querían que fuera feliz y sabían bien donde estaba mi felicidad. Empecé a intentarlo sola en mi habitación donde nadie podía verme, cerraba las cortinas, le ponía llave a la puerta y empezaba mis arduas rutinas.
Ese era el tiempo de mayor regocijo, un tiempo íntimo conmigo misma, pero también con Dios. Momentos de paz donde a través de la danza expresaba todo lo que sentía, lo que necesitaba, lo que me gustaba y lo que no me gustaba, tiempos de guerra espiritual donde peleaba con la oscuridad de mi alma que no me dejaba seguir adelante, esos malos recuerdos y temores que me impedían ser feliz, burlas de mis compañeros y de mis hermanos, falta de comprensión y amor propio.
Con esta rutina empecé a ser ungida y ministrada por Dios, hasta ir rompiendo paradigmas físicos y mentales en mí, dejando que poco a poco me observaran. Abrí las ventanas de mi cuarto, y empecé a danzar no solo en mi habitación sino también en la cocina y en cada habitación de mi casa.
De esa misma manera pasaba en mi interior en cada una de las habitaciones de mi alma, la habitación de mis tristezas, la de mis alegrías, mis temores, mis sueños, todas fueron siendo sanadas y fui madurando como bailarina, pero también como persona. Fui dejando la vergüenza y esa libertad que me llenaba era impartida en mi familia cuando me veían danzar, lo digo porque ellos también se sentían motivados a cumplir sus sueños y a superarse a sí mismos.
Pasaron algunos meses y para mi sorpresa abrieron audiciones nuevamente en la iglesia, pero en mí ya no estaba el deseo de servir en el ministerio de danza, había optado por servir en la alabanza o en la radio, no porque me gustaran más, sino porque se me hacía más fácil. Pero los planes de Dios eran muy diferentes a los míos, cuando se abrieron las inscripciones para el ministerio de danza de la iglesia, un hermano me dijo que bajara al auditorio y justo cuando abrí la puerta me encontré en un escenario con mi canción favorita de fondo, mi hermano me había inscrito y sonreía desde las bancas de atrás.
Ese propósito de vida que algunos llaman destino y que yo llamo Dios me dio una segunda oportunidad, y dancé la canción Atrae mi corazón de Marcos Brunet, ese día con la absoluta confianza de que dejaría lo mejor de mí en el escenario, y aunque no me escogieran, sería un acto triunfal, una experiencia que partiría mi vida en antes y después y así fue.
Entre más de veinte chicas, fui seleccionada para representar el 31 de Diciembre del 2012 la danza final del año y eso fue muy satisfactorio para mí. Empecé a ensayar como nunca antes durante 3 meses seguidos, fue una experiencia de trabajo, de unidad con mi líder, de conocer a las otras chicas, pero también de conocerme a mí y conocer a Dios a través de la danza como mi máxima expresión de adoración.
Durante mi preparación aprendí muchas cosas buenas, a perder el miedo, a hablar de una manera diferente , a conocer a Jesús de una manera real, aprendí que soy muy buena en muchas más cosas, como que soy excelente buscando soluciones rápidas a problemas, que puedo impartir con facilidad a otros mis conocimientos, que soy muy creativa para generar nuevos pasos y enriquecer las coreografías, aprendí a conocer a las personas a descubrir lo impresionantes que son, aprendí técnicas con banderas, panderos, telas, espadas y cintas, todo eso fue asombroso.
Luego de esa danza y de haber compartido con las chicas durante algunos meses, me convertí en integrante oficial del grupo y ese fue otro desafío para mí, ya no por los miedos, sino por mi incapacidad de relacionarme con otros, era un ser asocial por lo que mi relación al principio con las niñas no era muy buena, si soy sincera, no eran de mi agrado, por lo que mi presencia no favorecía mucho al grupo, me sentía como una piedra de tropiezo porque me negaba a muchas cosas y me rehusaba tercamente a acatar sus sugerencias, pero el compartir juntas tanto tiempo hizo que los lazos de amistad se fueran afirmando y las cosas que en un principio fueron tan difíciles no solo para mi sino también para ellas dieron ugiro de 180 grados.
Las dificultades que se presentaban eran el motor que mantenía viva nuestra fe en creer con certeza y convicción que hacíamos lo correcto. Los uniformes de las danzas eran bastante costosos, comprar baletas, vestidos, peinados, elementos, siempre era un gasto bastante alto, por lo que vendíamos chocolates y reciclaje para ayudarnos un poco. A veces necesitábamos hasta 500 mil pesos para la indumentaria completa de un solo evento por persona, eran sumas que no podíamos costear muchas de nosotras. A pesar de eso el señor proveía de una u otra manera, incluso los miembros de la iglesia nos ayudaban a costear. algunas cosas.
Así fuimos aprendiendo amar la danza y a cumplir ese gran mandamiento que casi resume la biblia, amar al otro como a así mismo, nos habíamos convertido en una familia. Fue un proceso muy bonito, donde la unidad era el componente fundamental para todo. Ensayábamos semanas enteras desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche, incluso sin almuerzo, y llegábamos a la iglesia sacábamos del bolsillo todo lo que teníamos y con lo que juntábamos comprábamos algo para todas sin importar quien pusiera más o quien no lo hiciera, comíamos del mismo plato y manteníamos al pendiente de las necesidades de todas no solo económicas, también emocionales, y aunque muchas personas creerían que ser la súper bailarina es una razón para estar por encima de los demás, no es así, las bailarinas se forman en humildad desde lo más profundo del ser humano, desde la humillación no inducida por otros sino por uno mismo cuando nos vemos obligadas a doblegarnos y asumir con madurez cosas que no queremos hacer.
Empezar a danzar ha sido lo más sacrificante de mi vida, días enteros sin dormir entregada a coreografías con una exigencia física que nunca pensé tener, como el hecho de que las bailarinas no tenemos talones, lo digo porque literalmente los talones estorban a la hora de hacer una buena danza y mantenerse en puntas por horas, haciendo saltos, estiramientos y acrobacias mientras los dedos de los pies sostienen el peso de todo el cuerpo no es para nada fácil.
A pesar de los problemas, aprendimos a sacarle humor a todo, la pasábamos muy bien en los ensayos. La sal de Inglaterra era nuestra aliada porque manteníamos los pies llenos de ampollas mientras buscábamos la perfección en cada paso durante horas seguidas, y aunque los pies nos sangraban seguíamos ensayando vendadas, no parábamos nunca.
Actualmente vivo por y para la danza, mi vida literalmente se restringe a mi grupo, a ensayos, a la iglesia, a las coreografías, me aleje de mis amigos completamente y todo lo justifico en que estoy cumpliendo mi sueño. Algo que nunca esperé fue perder el apoyo de mis padres, ellos creyeron que dándome la espalda y dejando de apoyarme financieramente me iba a marchitar, pero no fue así, ese fue el momento en que mi deseo de adorar a Dios con mi cuerpo floreció de una manera sobrenatural, ya no había marcha atrás.
A veces hay momentos espontáneos donde literalmente soy tomada por el espíritu santo y mis movimientos son controlados por él, es algo tan profundo que puedo memorizar los pasos que hago en esos momentos, pasos que nunca había practicado ni visto en nadie y perfeccionar así mis coreografías. Es una especie de trans espiritual donde aun con los ojos completamente cerrados soy consciente del espacio en el que me encuentre aunque no lo conozca, sin tropezarme ni una sola vez, ya no soy la misma, y no estoy dispuesta a dejar de lado el nivel espiritual que he alcanzado.
Encontré mi identidad en Dios danzando, al igual que las otras chicas para las que ahora soy un ejemplo, este ha sido un proceso que ha valido la pena y del que no me arrepentiré nunca, todo lo que sacrifiqué por bailar, y la razón más válida para haberlo hecho es que lo que experimento danzando, no lo podré experimentar con nada ni con nadie más.
La danza le ha dado un sentido más humano a mi vida, ahora soy más sensible a la necesidad del pueblo de Dios, porque a través de ella podemos hacer que pasen cosas en el campo espiritual, vivimos en un mundo natural, un mundo que podemos percibir con nuestros sentidos físicos, uno donde hay violencia, muerte, tristezas, violaciones, pero nuestra lucha no es contra sangre ni carne sino contra principados, gobernadores de las tinieblas y huestes de maldad en las regiones celestes, y es solo a través de las artes desde donde podemos pelear y vencer a satanás y sus demonios. Desde la danza podemos intervenir el mundo sobrenatural, ver lo invisible, hacer lo imposible posible, pero no porque seamos seres poderosos, sino porque dejamos que el poder de Dios fluya a través de nuestros cuerpos, trayendo libertad a los cautivos, sanidad a los enfermos, alegría a los abatidos y paz a quien no tiene a Dios en su corazón.
Nosotras ayunábamos y aun lo hacemos, para que Dios nos utilizara como un medio para bendecir a su pueblo y nos diera pasos nuevos y teníamos visiones del mundo espiritual mientras danzábamos, podíamos ver ángeles que nos acompañaban, sentíamos como nos guiaban, pero no era algo miedoso porque la paz nos inundaba al punto de sentirlos cercanos, tanto que no habría por qué temerles.
Hay danzas que se utilizan dependiendo de lo que se quiera ministrar, si la canción es de guerra, vamos a utilizar elementos que signifiquen lucha, por ejemplo hay golpes de pandero (instrumento de percusión con sonajeros en sus extremos) que tienen como fin el rompimiento de cadenas espirituales de personas poseídas por demonios, pero también hay sonidos producidos por este mismo instrumento para darle la bienvenida al señor.
De esta manera tenemos instrumentos de adoración para la guerra e instrumentos de adoración para alabanza, todo depende del color y del movimiento que se haga. Si yo levanto una bandera de color naranja y la dejo arriba le estoy dando la bienvenida a Dios, pero si tengo una bandera rosada y la bato, estoy ministrando al pueblo sanidad en su corazón, en sus sentimientos. Si tengo un manto azul y lo muevo de arriba abajo estoy ministrando y declarando que el espíritu santo se está moviendo alrededor del pueblo, si doy vueltas con ese mismo manto estoy siendo envuelta en el poder del espíritu santo. Si tengo una cinta dorada y le doy vueltas en el aire estoy desatando la gloria de Dios, pero si muevo la cinta hacia adelante estoy declarando que se rompen las cadenas y que se limpian los aires de influencias satánicas; dependiendo de cada elemento va cobrando significado lo que se esté haciendo.
Así través de los años fui adquiriendo todo este conocimiento y liderazgo hasta posicionarme como líder de la danza desde hace algunos meses, otra experiencia muy difícil porque el cambio de autoridad fue muy brusco. Pasar de ser amiga a ser quien les indicaba que debían y que no debían hacer a las chicas del grupo fue muy duro para mí, pero como todo en esta experiencia me sirvió para crecer mucho más, fue casi una respuesta de Dios, una confirmación de que esto era lo que debía hacer, el poder impartir a otras lo que Dios me había dado a mí fue hermoso y empecé a bosquejar en ellas cada talento y a demostrarles lo valiosas que eran en las manos de Dios. En ocasiones danzábamos sin música y le asignaba a una de las niñas que cantara a capela una canción, esto como estrategia para que perdieran la pena y así me di cuenta que hay cantantes extraordinarias, con autoestimas muy bajas, pero están en el hospital de corazones rotos e identidades destruidas, y sé que van a crecer tanto o más que yo, no estamos solas, Dios estuvo, está y estará con nosotras siempre.
Hilary Castro tiene 20 años actualmente, es una aficionada por la danza que cree firmemente en que nació para bailar. Hubo momentos en que lograba un éxtasis de emoción en el que las palabras no eran suficiente y aseguraba que hay cosas que quisiera contar, pero no con palabras porque no existen palabras para expresarlo, tendría que danzar y que quien quisiera entender también lo hiciera desde el fondo de su alma, para que comprendiera el mensaje, es más casi que podría contar toda su experiencia danzando y sería mucho más claro, aseguraba con una sonrisa contagiosa que lo envuelve a uno en su pasión.
Esta práctica es literalmente para ella la unión del alma y espíritu a Dios, es una joven que le encuentra sentido a los más mínimos detalles de la vida, afirmando incluso que esas mínimas cosas tienen el poder de generar cambios trascendentales en las personas, algo así como la famosa teoría del caos: “ Algo tan pequeño como el aleteo de una mariposa en última instancia, puede generar un tifón al otro lado del mundo”, ellas son las mariposas, el tifón son la ola de milagros y prodigios que producen sus danzas, pues claramente no se trata de mover las manos sin razón, sino de darle un sentido a cada movimiento.
Los danzarines optan por un estilo de vida distinto al de los demás, no son personas normales, son personas que extienden las fronteras del lenguaje, que rompen paradigmas sociales, que convierten cualquier lugar en escenario, que trascienden lo imposible, que transforman las esferas sociales, que imponen tendencias, que mueven masas, que logran cambiar personas y sacarlas de su mundo de fracasos a un mundo de felicidad y amor pleno y todo eso lo logran sin pronunciar ni una palabra.