Porristas a los porrazos

Por: Sebastián Álvarez Cossio
Five, six, seven, eight, one, two, three, four, gritaban los cientos de porristas asistentes al Campeonato Nacional de Porrismo que organizó el INDER y la Alcaldía de Medellín en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot y aunque a primera vista pareciese un simple conteo de coordinación, eran las indicaciones para que cada integrante del grupo realizara las más arriesgadas maniobras, entre ellas la famosa “mortal”, la acrobacia más apetecida por todos los porristas, que como su nombre lo indica, ponía en riesgo sus vidas en cada salto que daban.
De ahí que un porrista no sea solo cuerpos bonitos y minifaldas, más abajo de esos uniformes hay un corazón que entrega fuerza, obligación, nobleza, esfuerzo, coordinación, alegría, triunfo y mucho más de lo que podemos imaginar.
Su llegada al estadio es bastante particular, pues ninguno llega vestido de porrista, por un lado para despistar a los demás grupos y que no sepan a cual pertenece cada quien con el fin de que no les roben sus propuestas de vestuario, peinado y maquillaje; y por otro lado, porque hacen parte de equipos de porrismo de fútbol y en una ciudad como la nuestra, no es nada raro que las agredan verbal e incluso físicamente como ha pasado ya en varias ocasiones.
La rivalidad que se vive en esta práctica no tiene comparación con ninguna otra, pues no solo implica coordinación y buenas coreografías, hay otras cosas como la belleza, la flexibilidad y la valentía para asumir ciertos retos en el aire, que hacen que los integrantes de cada equipo y los cientos de personas que se hacen alrededor a verlos, vivan con intensidad y pasión cada paso que dan.
Media hora antes de la competencia los alrededores del estadio se convierten en camerinos al aire libre, estos personajes no solo son ágiles abriendo sus piernas en el aire a 6 metros del suelo mientras caen dando “vueltas canelas”, para luego tocar el suelo en pie, completamente erguidos, con la ayuda de otros dos integrantes del grupo que los reciben, sino que también son maquilladores profesionales.
Sus colores favoritos son los metalizados y fluorescentes, pues no basta tener piernas estilizadas, abdómenes marcados y caderas perfectas, es necesario reforzar sus facciones con sombras de ojos, labiales, y piedras brillantes que mantengan la mirada puesta sobre ellos.

Los peinados no se quedan atrás, unas deciden recoger sus cabellos en moñas ostentosas y “enmirelladas”, otras prefieren las trenzas para darle un estilo más urbano a su agrupación, otras por su parte acuden a las extensiones de cabello con el fin de lucir melenas largas con ondas a la moda que dejan a todos “boquiabiertos”.
Muchas optan por usar sus uniformes debajo de ropa ancha para evitar agresiones por parte de participantes de otros grupos, otras con una impresionante habilidad, se quitan la ropa que llevan puesta al mismo tiempo que se ponen el uniforme, logrando cambiarse sin que sus partes íntimas queden al descubierto. Así ponen su falda-short encima de lo que tengan puesto y luego halan la prenda de abajo sacando un pie y luego el otro, despojándose de su ropa convencional con una rapidez típica de ellas. Los hombres por su lado no tienen problemas en quedar en ropa interior y ponerse el uniforme al aire libre.
Algunos de estos jóvenes prefirieron dejarlo todo para cumplir con su sueño y pasión; mientras que las demás se cargan de su trabajo y estudian sus carreras profesionales al tiempo, dejando de lado cualquier otro tipo de actividad.
Son chicos que viven única y exclusivamente para estudiar y ser “alguien” en un mundo de títulos como el nuestro, pero que entrenan doce horas a la semana divididas en arduos entrenamientos de cuatro horas cada uno, para sentir que viven, para ser reales y dejar de lado las fachadas que las hacen irreales, pues incluso en lo que practican se enfrentan a estereotipos, envidias, rivalidades, humillaciones, orgullo, robos, prepotencia, pero sobre todo altivez de espíritu e hipocresía.

Lo que si es cierto es que los porristas de Medellín son las estrellas de Hollywood de la ciudad, les encanta ser observados y hacen lo que sea por llamar la atención de todos los que pasan por donde ellos están. Las mujeres caminan como pavos reales, sonríen a carcajadas siempre y finalizan cualquiera de sus conversaciones con acrobacias que descrestan. Cuando no es así mueven sus cuerpos al ritmo de la canción con la agilidad que tienen incorporada en sus despampanantes cuerpos, moviendo literalmente cada milímetro de él.
Los hombres por su parte caminan con cuerpos esculturales mirando por encima de sus hombros a todo el que se acerca, pero todo hace parte de su entrega a esta práctica. No se trata de hombres y mujeres vanidosas y prepotentes, porque no todas son así. Se trata de buena postura, de porte a la hora de ensayar, de mantener el cuerpo erguido y cada músculo de su cuerpo contraído, para evitar lesiones y al mismo tiempo de celo por sus coreografías.
La competencia entre grupos llega al nivel de espiar y grabar en secreto lo que cada quien tiene preparado para superarlos e incluso para copiar sus pasos y solicitar su presentación antes que la del otro grupo, con el fin de que a último momento, los participantes sean descalificados por participar con pasos de otros equipos.
Se da inicio a las 3 de la tarde a la tan esperada competencia con sonidos de tambores de los miles de asistentes al evento, casi dos mil personas asistieron apoyando a sus hijos, amigos, conocidos y muchos otros que cuidan a sus novias y novios, pues no falta quien esté por ahí “piropeando” a los participantes.
Mientras iniciaba el desfile de los grupos, un joven del público grito a viva voz: “uy mi amor, con una muñecota así, para qué juguetes”, mientras observaba con ansias a una joven que se apresuraba para ingresar antes de que se cerraran las puertas.
Esta rubia delgada, con un metro sesenta de estatura, una falda corta y un top de manga larga que ponía al descubierto sus mejores atributos, ojos color miel, con pestañas negras y largas que afinaban la sensualidad de su mirada, labios rojos y piel canela, era una de las mujeres más aclamadas por todos en aquel lugar. Una chica que conocía bien su belleza y se aprovechaba de ella con estrategia para mantener los ojos de todos sobre ella, aun cuando no estaba participando.
Ella, a diferencia de las demás, no sonreía, no saludaba a nadie, tiraba su cabello hacia atrás constantemente mientras apuntaba con sus hermosos ojos a una que otra persona para luego ignorarla por completo. Ese juego de coquetería y prepotencia la hacía aún más interesante.
Detrás de tanta belleza y sensualidad, había una mujer nerviosa, que se atemorizaba ante preguntas sencillas, que agachaba su cabeza y temblaba al hablar, dándole una vibración a su voz que la hacía frágil, que la despojaban de su mirada penetrante y de su intimidante manera de moverse al caminar, para posicionarse como la más bella entre las bellas.
A sus 15 años Daniela Henao ha logrado posicionarse en Medellín como una de las porristas más reconocidas y más apetecidas por los grupos profesionales por su belleza, estatura y su estilizada figura, perfecta para hacer elevaciones mucho más altas en las acrobacias de esta técnica.
Los entrenadores se toman muy en serio el tema y gritan constantemente a sus alumnas por su mala postura, su estado físico, maquillaje y vestuario, pues deben estar impecables para la presentación. No hay ningún tipo de consideración a la hora de corregirlos o llamarles la atención, incluso respecto a la alimentación sobre todo para las mujeres, pues deben ser lo suficientemente livianas para ser alzadas con facilidad por sus compañeros y sostenidas por uno de sus pies con una sola mano.
No es nada raro que uno de los “coach”, como dicen sus camisetas, les quite de las manos papas fritas y gaseosas y se las coma él delante de ellas, recordándoles que los porristas no comen grasa saturada, ni mucho menos bebidas con la cantidad de calorías de un refresco común.
Luego dan instrucciones recordando cosas como que en el segundo conteo cambiarían el salto águila, que se compone de una extensión moderada de pies y manos formando una x en el aire con sus extremidades, por un salto ruso que consiste en saltar y abrir sus piernas paralelas en el aire tocando las puntas de sus pies con sus manos y cosas por el estilo.
Las tribunas revientan a gritos en cada presentación. Mientras los padres asistentes lloran viendo bailar a sus hijas, las madres gritan desesperadas hasta quedar afónicas. Muchas de ellas tienen los mismos peinados que los grupos a los que apoyan y levantan banderas improvisadas con telas llamativas y tubos de PVC para alentar sus equipos. Los cánticos se confunden entre la multitud, pero una que otra vez sobresale alguno – “Quién es el mejor, quién es el mejor, corazonista es el mejor…”.
“Moriría sin la danza, porque ella se convirtió en mi vida”
No creo en casualidades sino en oportunidades que nos presenta la vida y que no podemos dejar pasar. Conocí a Karlos Valencia Betancourt, un joven que desde pequeño ama bailar y que a sus 10 años de edad inició con tango en La Casa Gardel, ubicada en el barrio Manrique donde ha vivido toda su vida. Cuando cumplió trece, se dio cuenta que quería experimentar otro tipo de baile y optó por ingresar a una academia de danza folclórica en la que estuvo dos años más.
Sus ganas de bailar no se agotaron nunca y su curiosidad por saber más aumentaban cada vez que aprendía a bailar un nuevo ritmo, razón por la cual luego de este tiempo decidió ser porrista en un nivel intermedio ya que sus capacidades dancísticas eran las necesarias para estar en él y solo le faltaba técnica en acrobacias y gimnasia para hacer parte del grupo élite mixto de porrismo y baile urbano Network con reconocimientos locales y nacionales por su buen desempeño y del que actualmente hace parte luego de prepararse a lo largo de 3 años para estar ahí.
Con este grupo ha participado en competencias de talla nacional como el Master de porrismo realizado en el 2014 en la ciudad de Bogotá y luego el Open de porrismo realizada en Medellín. Este año participaron en el mega club de Pereira y actualmente se encuentran ensayando arduamente para el próximo Master en la capital de Colombia en el que esperan ser los ganadores en categoría urbana como siempre lo han hecho. Cada año luego de la competencia nacional en Bogotá abren inscripciones en todas sus categorías: élite mixto, élite femenino, juvenil femenino, juvenil mixto, amateur y junior.
Escogió ser parte de este grupo porque en su experiencia personal como bailarín es el más exigente de la ciudad, que era justamente lo que necesitaba para llevar al nivel máximo su talento. Estar ahí lo hace sentir realmente apasionado, un lugar en el que como dice él puede sacar su esencia a relucir mientras experimenta la mayor adrenalina que una persona podría sentir en su vida. Él no necesita tirarse desde un helicóptero para experimentar emociones fuertes y nuevas, pues con solo bailar al ritmo del hip- hop, lleva sus emociones y sentimientos al límite perfecto.
Karlos es un joven bastante expresivo y extrovertido, mantiene siempre una sonrisa en su rostro, pero mantiene la mirada fija en la nada como si estuviera mirando a alguien fijamente, a pesar de ello tiene una conversación fluida y ejemplifica con sus dedos los movimientos básicos de su práctica. Pasa su mano por su cabello negro una que otra vez bajando su mano hasta la parte trasera del cuello y finaliza masajeándose un rato los hombros para luego continuar con sus explicaciones.
Habla de su academia como si estuviera hablando de lo que más ama en el mundo y asegura que estar ahí no solo lo ha formado como un mejor bailarín, sino también como una mejor persona, mucho más realista y mucho más comprometido y finaliza su intervención sacando su celular y lee una frase de lo que para él significa ser porrista:
“Eres porrista cuando: te das cuenta que la mayoría de las pirámides no están en Egipto y que los únicos que vuelan no son los pájaros, sabes coordinar la música los pasos y el tiempo, inventas rutinas inolvidables, bailas sin descanso a pesar de los moretones, lesiones y cicatrices, ensayas hasta lograr la perfección y mantienes una sonrisa en el rostro a pesar del agotamiento. Pero sobre todo ser porrista es formar una familia y seguir una disciplina por pasión, pues más que un deporte es una adicción”.