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Un Cascanueces para Medellín

Por: Laura Mejía Cardona

 

Era domingo 22 de febrero casi al medio día y el sol estaba tan brillante e intenso que entraba por los poros y calentaba la sangre. El interior del centro comercial Santa Fe estaba fresco y confortable y aún más las butacas del cine que minutos después pasaríamos a ocupar.

 

-Son $24.000 pesos por persona- Dijo la joven de la taquilla.

 

-¿Cuánto?- Preguntamos asombrados y algo desconcertados.

 

-$24.000, es que las funciones de ballet son más caras que las de una película normal-.

 

Nos asignaron dos puestos en la tercera fila, pues el resto del teatro estaba completamente lleno. Tenía cierto conocimiento acerca de la cartelera de cine alternativo que ofrece Cine Colombia hace algunos años, pero nunca imaginé que asistiera tanta gente. Una que otra persona se acercaba a la taquilla para devolver boletas de acompañantes que los dejaron plantados.

 

Faltaban cinco minutos para las 12:00 del día y nos dispusimos a comprar algo para ingresar a la sala.

 

-Si vinieron a ver el ballet solo se les permite entrar bebidas- Nos puntualizó la chica que atendía la confitería.

 

-¿Por qué?-

 

-Como la audiencia es de todas las edades, preferimos no dejarlos entrar comida para que puedan disfrutar la función sin interrupciones ni ruidos que molesten- nos explicó.

 

-Entonces denos dos botellas de agua sin gas, por favor-.

 

Entramos a la sala y ya estaban pasando los cortos previos a la función, nos acomodamos en nuestros asientos y nos dispusimos a disfrutar de la versión coreográfica del Cascanueces, del antiguo director del Bolshoi Ballet de Moscú, Yuri Grigorovich, donde exploró “los temas universales del poder, el mal y el amor ideal”, como se deja sentado en la ficha técnica de la obra.

 

El famoso clásico, basado en el cuento de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, es acerca de un cascanueces de madera que le regala el mago Drosselmeyer a su ahijada Marie en la víspera de navidad. Todo comienza cuando a la medianoche, los juguetes de Marie cobran vida y el Cascanueces se convierte en un príncipe que la salva del Rey Ratón y de su malvado ejército.

 

Los saltos, giros y desplazamientos eran ejecutados a la perfección por los bailarines. La liviandad de los cuerpos, la sutileza de los movimientos y la precisión en cada paso, hacía que los espectadores se deleitaran en las butacas del teatro. La famosa suite del Cascanueces, compuesta por Piotr Llich Tchaikovski y bajo la dirección musical de Pavel Klinichev acompañaba los brazos, piernas y corazones danzantes. Agitaba a los bailarines al ritmo de sus compases en la batalla del Cascanueces y el Rey Ratón o en la rememorada danza del Hada de Azúcar.

 

Al virtuosismo de los bailarines, se sumó la exquisitez de los vestuarios y la magnificencia de la puesta en escena. La iluminación ayudaba a ambientar a la perfección el salón principal de la casa de Marie. Un enorme árbol de navidad que llegaba hasta el techo y rodeado de regalos; sillones altos de telas estampadas, una imponente ventana a través de la cual se veían copos de nieve cayendo del cielo, cortinas en terciopelo rojo y un promedio de 30 bailarines en escena llevando trajes bordados con hilos dorados y usando peluquines blancos y espigados tocados, transportaban a los espectadores a la más jolgoriosa nochebuena.

 

El Bolshoi Ballet de Moscú, la compañía más representativa del ballet en Rusia, fundada en 1776 por el príncipe Piotr Urúsov, se lucía una vez más con una conjugación impecable y admirable de luces, música, vestuario, escenografía y sobretodo de danza, de buena danza.

 

 

 

 

 

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Los espectadores del Bolshoi

­­­­­­­Se acabó la función y tal como lo había dicho la mujer de la confitería, los asistentes estaban en un rango de edad bastante amplio. Nos encontramos con padres llevando a sus hijos, personas mayores y parejas de adolescentes.

Mercedes Gaviria, una joven de 22 años, que acabó de terminar la carrera de cine en Buenos Aires, Argentina, y asistió acompañada de su familia, nos expresó su gusto por la obra y las razones que la motivaron para asistir. “Bailé ballet muy pequeña y siempre he tenido un vínculo con el ballet acá en Medellín. También estuve en Cascanueces bailando muchas veces, así que tenía muchas ganas de venir a ver la obra”.

 

En cuanto a la fuerza que tiene la danza y en especial el ballet en Medellín nos dijo: “Me parece que hay muchos espacios y que la gente se está metiendo, lo que pasa es que es una danza en donde se necesita mucha disciplina y acá la gente puede ser muy dispersa, entonces creo que las que lo logran es porque son realmente bailarinas”.

 

Y realmente en la ciudad se proporcionan bastantes espacios destinados a la danza, sin embargo como no se tiene una cultura tan arraigada de formarse como bailarín o en general como artista desde pequeño como en otros países, la gente que logra alcanzar altos niveles en las diversas disciplinas artísticas no es tanta comparada con otros lugares.

 

Muestra de lo anterior es el testimonio que nos compartió Myriam Zuluaga Uribe, otra asistente al evento, cuando expresó que lo que admiraba del Bolshoi era la delicadeza y la ingravidez de los cuerpos, ya que una vez asistió a una función realizada por el Ballet Folklórico de Antioquia y “el muchacho cogía a la prima ballerina como un bulto de papas”, cuestión que como ella dice, la espantó por completo y se dedicó a ver en su mayoría funciones de compañías extranjeras que han venido a la ciudad.

 

Por su parte, María Constanza Sánchez Castro, otra mujer que también asistió a la función, nos dijo que no tenía ningún acercamiento directo con la danza, sino que iba a dichas presentaciones por mero gusto. “Me hizo venir a esta presentación el hecho de que es el Bolshoi que es la marca del ruso, es simplemente lo mejor del ruso. Pero no me hizo venir solo la danza, sino también la música”, nos expresó María Constanza. 

 

 

“Esa propuesta de arte me parece un gran regalo que le están haciendo a la ciudad, porque nosotros viendo esto hoy desde Rusia nos evitamos el pasaje y el hotel”. Myriam Zuluaga Uribe.

Sin embargo no solo hubo halagos para el Bolshoi y su exquisita interpretación de la pieza del Cascanueces. Myriam Zuluaga quiso rescatar lo valioso que le parece que Cine Colombia proporcione espacios alternativos como éste donde se pueda tener un acercamiento a producciones artísticas realizadas en diferentes partes del mundo. Para ella es un regalo que Cine Colombia le hace a la ciudad porque trae obras de alta calidad y de fácil acceso económico.

 

Por otro lado también aseveró que: “Para poder tolerar la agresividad del ser humano, hay que prenderse de sus expresiones artísticas” y nos explicó que ella trataba de estar al tanto de las actividades culturales en Medellín, ya que, citándola directamente, hechos como “los muertos del Caquetá, los muertos de la guerrilla y los falsos positivos duelen demasiado”.

 

Y es que cuando las cosas vayan mal ¡baila! Y cuando vayan bien también. El arte es un bálsamo que calma y más cuando se está en una ciudad y en especial en un país tan convulso por la guerra como Colombia. Practicar o consumir arte en alguna de sus múltiples expresiones tranquiliza los ánimos y ayuda a canalizar las emociones.

 

Y así la calurosa tarde del domingo 22 de febrero culminó con bocanadas de aire fresco que exhalaron los bailarines en el escenario tras interpretaciones impecables, y con una serie de asistentes al evento maravillados con  lo que habían acabado de ver; personas que han decidido vincularse a las actividades culturales que Cine Colombia ofrece en Medellín, para poder tolerar el tedio que algunas veces viene con los días.

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